Hace tiempo que no escribía. Si, lo he escrito antes, lo he pensado muchas veces y sin embargo lo he vuelto a hacer, creo que la musa no me ha abandonado. Y ese terror a la página en blanco lo he superado hace mucho tiempo atrás. Estoy en mi casa del árbol, en mi espacio especial nuevamente y eso me hace muy feliz. Esa sensación de felicidad es mía. Me pertenece.
Pero es cierto, hace buen tiempo que dejé de soltar mis pensamientos de esta manera, hace tiempo que no disfrutaba de mis madrugadas, escuchando antiguos hits de los 90s con los audífonos puestos, para no despertar a nadie en casa, mirando un poco a mi alrededor y disfrutando un poco de este espacio que tenía abandonado.
Hace tiempo que no dedico algo bueno a alguien. Hace tiempo que no tengo pretextos para escribir: solía hacerlo con películas o canciones que daban vueltas en mi cabeza, pero a decir verdad, no he tenido ese cosquilleo en la espalda, que como muerte chiquita, viene junto a la inspiración. Hace tiempo que no pienso en tantas cosas y sin embargo están allí.
Creo que éstas reflexiones vienen siempre antes de un gran cambio, un viaje o un asunto sin resolver que, por cuestiones que aún desconozco, se vuelven presentes. A pesar de todo no he bajado los brazos, ni me he rendido ante nada, no he dejado que el fracaso entre a mi vida, lo he tomado deportivamente a pesar de mi desinterés por ese tena, he sacado una enseñanza de todo y he seguido caminando. A mi modo.
He limpiado mi alma, me siento diferente. Tenía muchas cosas guardadas, las he desempolvado, sacado de sus cajas y las he vuelto a ver después de mucho tiempo. Las he tomado en mis manos y las he dejado partir: todos mis recuerdos empacados han vuelto a ser objetos sin esa carga que les había otorgado: en manos de sus nuevos dueños, tal vez encuentren un camino y un destino (graciosa palabra) diferente.
Es difícil volver a escribir porque a pesar de mi supuesto orden, no tengo uno para escribir, es solo algo que viene a mi mente: ideas y palabras que dan vueltas en mi cabeza y pugnan por salir llegando hasta mis dedos haciendo mucho ruido. Algunas de las teclas de mi computadora ya están gastadas pero ¿qué más dá? Creo que esa es la idea, no pueden quedarse atrapadas.
No me olvidé de lo que prometí años atrás, he recordado mis días de colegio, mis restos de mi infancia, mis sueños antes de la realidad. Fue un tiempo lindo, cuando sentía que no encajaba, cuando faltaba un pedazo de cielo o una luz al final del camino.
He escuchado la música de aquella época y la he sentido más mía, más cercana, con más significado. Antes acceder a algunas canciones era difícil pero actualmente, al alcance de un click, puedes tener tu propia maquina del tiempo pequeñita.
Recuerdo como con un suspiro llegaba la noche, cuando vivía solo, el tiempo se pasaba muy distinto, las noches eran largas, no habían estrellas, nubes, ni luna. Todo el mundo estaba ocupado en sus cosas y los día solo se sucedían. No tenía tiempo de pensar en nada más. Ahora con más tiempo libre y en una ciudad más tranquila tengo tiempo de sobra.
Demasiado para mi gusto, pero algo me dice que esos días volverás y tal vez deje de escribir (otra vez) así que aprovecho el tiempo que me queda y lo sigo haciendo.
Sufro, sufro porque lo merezco, porque la vida no es justa (suena a canción de Luis Fonsi pero es así), y siempre peleo con mi nuevo yo, me agarro a golpes contra el orgullo que me hizo perder algunos amigos y oportunidades de las que ya no tiene caso hablar.
Ya estoy viejo, tal vez sea eso, reflexiones de un viejo algo cansado pero bueno, ya no hay vuelta atrás, como dicen todos soy un adulto: aunque siento que mi (tonto) corazón sigue siendo pequeño y débil.
Hoy he vuelto escribir porque siento que vale la pena, sin motivo aparente he vuelto a hacerlo porque no encontré razones para no hacerlo. Tal vez quiero seguir siendo la anónima compañía de algunas personas que me cuentas sus cosas como hace unos años atrás, he vuelto a escribir porque de cierta manera crecí con todo este desorden en mi cabeza, aprendí a vivir con todas esas voces, soñar con ellas y los convertí en palabras.
Las frases vuelan, las voces están allí: arrugo un papel en mi mente y vuelvo a la idea principal. Es gracioso como pasa todo y no poder explicarlo a ciencia cierta, todo vuela de aquí para allá pero no logro atraparlas del todo. Sé que todo, absolutamente todo tendrá un (nuevo) final, pero no sé porque sigo empeñado en continuar. Aún es mi momento, todavía quedan muchas ideas por aquí y por allá. Ya no hay más que hablar, necesito seguir escribiendo.